martes, 28 de junio de 2016

Mudanzas


Resultados de la "convivencia" de los vecinos de Ruzafa con la saturación acústica: mudanzas

Todas las imágenes que acompañamos son de mudanzas de vecinos de este mes de junio. Ya está suficientemente constatado el constante goteo de familias y vecinos que están abandonando el barrio de Ruzafa, no solo en las “zonas cero” y las "falsas" calles peatonales más maltratadas por el acoso acústico hostelero.

El comercio de proximidad y tradicional también está desapareciendo de nuestras calles sustituido por un única actividad, cada vez más alejada de la hosteleria de barrio, cada vez más nocturna y de fin de semana. SIN COMERCIO, NO HAY BARRIO.

El próximo proceso lo van a protagonizar los apartamentos turísticos, los vecinos van a ser sustituidos por turistas alojados durante periodos de corta estancia en fincas residenciales.

El barrio de Ruzafa se ha caracterizado desde siempre por disponer de un tejido vecinal bastante activo y muy reivindicativo. Gracias al incansable trabajo de su entramado asociativo se consiguieron importantes mejoras para la calidad de vida y la cohesión social del barrio, conocidas por todos.

Y sin embargo, SIN VECINOS NI COMERCIO, NO HAY BARRIO, SOLO UN PARQUE TEMÁTICO para una hostelería de elevado impacto acústico y pronto para la generalización del turismo de bajo coste.

domingo, 19 de junio de 2016

El nuevo consistorio: “Mucho ruido y pocas nueces”


Javier Juan (vecino y activista de Russafa Descansa)
19 de junio 2016


Hace un año recibí al nuevo Ayuntamiento con muchísimas ganas, fruto de la ilusión que durante la campaña electoral transmitieron cada vez que decían que lo más importante de un barrio era su gente. Durante unas semana vivimos con mucha expectación el hecho poco frecuente de que los representantes políticos nos recibieran y nos escucharan. Esto me hizo pensar que por fin las cosas iban a cambiar. Desde ese momento comenzamos a movilizarnos teniendo como objetivo devolver el espacio público del barrio a sus vecinos.

Sin embargo la bonita película que tuvo un buen comienzo dio un giro en su  desenlace. Tras las mesas de trabajo en materia de ruido, en las que dejó de asistir el máximo responsable de la ocupación pública en el Ayuntamiento de Valencia, Carlos Galiana, éstas perdieron el norte. Presentamos muchísimas actuaciones que recogíamos de los vecinos del barrio, y hasta la fecha no se ha puesto en práctica ninguna.

Concejal Carlos Galiana (foto El Mundo)
Pasamos a un estado de inactividad municipal que ha permitido que el barrio esté mucho peor que hace 12 meses. Una inactividad compartida por diferentes asociaciones en diferentes barrios.

En concreto en Russafa han aumentado considerablemente los apartamentos turísticos, la ocupación de las aceras por parte de las terrazas, los eventos, las postparties de eventos que se organizan en otras zonas de la ciudad (Festa de l’orgull, Festival de Les Arts…), tardeos, botellones, suciedad y como novedad: Las charangas. Vamos el barrio en menos de un año se ha convertido en el nuevo MAGALUF. Lo que ha atraído un turismo barato, con grandes carencias de educación y civismo.

* ver comentario a pie de texto
Durante meses de quejas, conversaciones, recogida de propuestas por parte del vecindario, documentos completísimos que se han realizado mostrando los puntos negros de saturación, locales que incumplen, cuantificación de locales, mesas y sillas, lo que ha supuesto un gran ahorro de trabajo para los concejales responsables en materia de licencias urbanísticas, ocupación de la vía pública y medio ambiente, resulta que todo está peor cada día que pasa. Esto ha provocado que aumenten las denuncias de los vecinos y los vecinos que abandonan el barrio.

Las medidas adoptadas por el Ayuntamiento son ridículas (mediadores-colegas que no hacen más que esparcir el problema, carteles con un gusto pésimo que no se sabe lo que tratan de exponer y del cual prefiero desconocer su autoría, pero seguro será de algún un amigo…). El máximo responsable está en paradero desconocido y no pretende ni quiere solucionar el problema, porque si realmente quisiera sacaría la cabeza del agujero donde la tiene escondida desde hace meses y lucharía por salvar a un barrio y a su gente.

Pero lo que he aprendido durante estos meses es que prima el sector del ocio nocturno a la salud de los ciudadanos. Priman los intereses de amigos y familiares frente al descanso vecinal. Prima todo excepto lo verdaderamente importante, las vidas de cuantos damos vida a este barrio.


* El cartel de la verbena conjunta discoteca Picadilly-Falla ya estaba publicado una semana antes de hacerse públicos y oficiales los permisos y autorizaciones para dichas fiestas en el espacio público.

Solo para turistas


Solo para turistas
Manuel Delgado

Muchas ciudades europeas están sufriendo una auténtica plaga en forma de masas de turistas que se apropian de barrios enteros proclamados "históricos" o "tradicionales", que se ven crecientemente vaciados de lo que fue su gente. El riesgo en este caso es culpabilizar al turista de ello. El problema no es que haya turistas, sino que sólo haya turistas. No son los turistas quienes han convertido barrios y ciudades en parques temáticos, sino la gestión de la ciudad como negocio y como dinero. El proceso de sustitución de clases populares por la nueva clase turista está sucediendo contra los intereses de una buena parte esos mismos turistas, que es probable que hayan ido al encuentro de una realidad humana y urbana que se les escamotea.
 
Lo que el turista  contempla no son ciudades reales, sino un mero decorado preparado para él. Esas zonas urbanas tematizadas –a veces ciudades enteras– son pura fachada, una fachada tras la cual no suele haber nada, como tampoco lo hay alrededor. En torno a los monumentos y los "lugares emblemáticos" sólo hay espacios al mismo tiempo fantásticos y fantasmáticos, concebidos sólo para los ojos de un turista al que se han vendido ciudades-abalorio, zonas acotadas en que se escenifican todo tipo de tópicos, caricaturas de realidades culturales que se despliegan ahora deformadas y ridículas, convertidas en pantomimas con que divertir a quien en realidad se está engañando. Esos decorados "históricos" o "idiosincrásicos" son falsificaciones o parodias, estafas de las que el turista es la primera víctima, puesto que se le ofrece un producto adulterado, una mala imitación de lo que las agencias, los operadores y las guías les prometieron. 
 
 La foto es de Marc Javierre-Kohan
 
 
La oferta turística manipula un material que no puede ser otro que el de una cierta imagen de autenticidad. A través de sus operadores públicos o privados, la ciudad que recibe al turista no puede sustraerse de brindarle a éste lo que éste le pide, que no es sino la confirmación de un cierto sistema de representación que el visitante debe ver confirmado y que no puede en modo alguno ser ni desmentido ni contrariado. La ciudad que ha sido total o parcialmente dispuesta para atraer al consumidor turístico, tanto las autoridades como buena parte de los propios habitantes –sobre todo los más directamente involucrados en el fenómeno y su dimensión económica– saben que es lo diferente, lo particular, lo genuino lo que deben mostrar enfáticamente, conscientes como son de lo que se espera por parte del forastero que acude a visitarlo. Los turistas vienen a ver «lo que hay que ver», esos puntos de las guías turísticas marcados como saturados de poder evocador y de valores simbólicos, enclaves que no pueden  ser soslayados, y que son los que justifican en torno a ellos todo tipo de infraestructuras y equipamientos. Por otra parte, el turista no espera en realidad nada nuevo, nada que no sea demostrarse a sí mismo y a quienes exhiba luego los testimonios de su desplazamiento, que de veras existe todo aquello que antes le enseñaron las películas, los reportajes televisivos, las revistas de viajes, los libros ilustrados, los prospectos de promoción.

Y es que la turística es un tipo de industria cuya función es la de proporcionar el cumplimiento de sueños. Se cumple así el presagio de Alvin Toffler que, a finales de los sesenta del siglo pasado, adivinaba ya la aparición de potentes industrias basadas no ya en manufacturar productos ni en ofrecer servicio alguno, sino en hacer posibles lo que llamaba «industrias de la experiencia» y auguraba para ellas que acabarían constituyéndose en uno de los pilares del triunfo final de una economía post-servicio. Puesto que se va en pos de la confirmación de sus ensueños, al turista se le ofrece sobre todo lo falso, paradójicamente presentado como lo verdadero. En nombre de la preservación de cascos históricos se generan entonces proscenios huecos que, a pesar de que pretenden encarnar lo vernacular de cada ciudad, se parecen cada vez más unos a otros. Nada más parecido a un centro histórico museificado que otro centro histórico museificado. Por mucho que los edificios y monumentos principales sean distintos, uno siempre tiene la impresión de pasear por las mismas callejuelas llenas de los mismos establecimientos para turistas y, por supuesto, de los mismos turistas. La disposición de estos auténticos no-lugares trata de responder la exigencia que el turista plantea de una parcela de utopía urbana, un universo sin contradicciones ni traumas, pasaje a una burbuja de coherencia y continuidad en un mundo como el nuestro, cada vez más fragmentario e incongruente.  

El centro “histórico” o el barrio "pintoresco" —los cascos viejos vascos se me antojan un ejemplo de ello—, constituyen intentos de triunfo de lo previsible y lo programado sobre la vida urbana real, esas calles y plazas en que, día a día, todo se junta y amontona, porque en ellas y por ellas transcurre lo bueno y lo malo de la vida. En cambio, en la ciudad de mentirijillas en la que se encierra a los turistas todo está siempre bajo control y no caben ni la sorpresa ni el sobresalto. Por eso hay que procurar que los turistas no se desvíen nunca de los circuitos marcados para ellos, puesto que en sus márgenes la ciudad verdadera no deja nunca de acecharles. Fuera de los hitos señalados en el plano que el turista maneja, un poco más allá, no muy lejos de las plazas porticadas, las catedrales, los barrios singulares, los museos de formas inverosímiles..., se despliega la ciudad a secas, lo que el turista no debe ver, lo que hay, lo que se opone o ignora el sueño metafísico que las guías prometen y no pueden brindar y que es una ciudad transparente y dócil que, quieta, indiferente a la vida, se pavonea de lo que ni es, ni nunca fue, ni será. No hay "ciudades históricas", porque toda ciudad es, por definición, una historia interminable. 


Articulo publicado en vasco Iritzia, el 20 de mayo de 2016
 http://manueldelgadoruiz.blogspot.com.es/2016/05/sola-para-turistas.html

domingo, 12 de junio de 2016

El vagón de los raros

El Pais
Sábado, 11 de junio de 2016

Elvira Lindo

Tengo la sensación de que en España la contaminación acústica no le interesa a casi nadie
Qué violenta es la mala educación. Y qué íntimamente agitada se siente una cuando es víctima de los malos modos. Viajo en el AVE, movida por esos bolos a los que a menudo obliga el oficio, y avanzo hacia mi asiento con la esperanza de pasar un rato mirando el paisaje ovejunamente, dormitando o leyendo. Pero nada más entrar en el vagón veo a un tío dando zancadas de un lado a otro, coronado con unos enormes auriculares, hablando a gritos sobre un asunto comercial. Agita los brazos como si estuviera en un despacho y le comunica a voces a su interlocutor el número de móvil. Le dan ganas a una de tomar nota y hacerle una llamada perdida a las cinco de madrugada. Con delicadeza le hago un gesto con las manos para que baje el volumen, porque si la cosa empieza así me temo que me espera un viaje espantoso, a mí y al resto de viajeros del vagón, aunque siempre tengo la sensación de que en España la contaminación acústica no le importa a casi nadie, o que nadie considera que la tranquilidad sea un derecho cuando has pagado un billete, no precisamente barato, de AVE.
 Ilustración del interior de un vagón de tren. / JOSSDIM

El tío me mira, extrañadísimo, como si en el código de buena conducta que cada uno lleva interiorizado desde sus años de formación no cupiera la circunstancia de que alguien le pidiera, por favor, algo de consideración con el prójimo. Cuando termina su llamada, le oigo increparme a mis espaldas:

— ¡Señora, que sepa usté que no es un vagón de silencio!

Y es que así han entendido algunos viajeros la existencia de los llamados vagones de silencio: si Renfe ha establecido que hay un lugar donde no se puede hablar alto ni molestar con las insoportables musiquillas de los puñeteros móviles es porque en el resto del tren los viajeros están autorizados a hacer lo que les dé la real gana. Trato de respirar hondo y hacer unos de esos stop que recomiendan en los cursos de mindfulness para contener el impulso de la reacción inmediata, pero no me funciona. Me vuelvo, le miro a los ojos, e imbuida del espíritu pedagógico de Juan de Mairena le contesto sin elevar el tono:

— Señor, la educación no es exclusiva de un vagón en particular.

Para qué más. Acabo de ofender su sagrada sensibilidad y me amenaza:

— ¿Me está usté llamando a mí maleducado?

No le contesto. Echo un vistazo al resto de viajeros, que permanecen en silencio contemplando la escena. Realmente, no consigo discernir si en este debate están con él o conmigo.

— ¡Usté a mí no me llama maleducado! ¡A ver si cojo y me siento a su lado y me paso hablando a gritos todo el viaje!

Como le creo muy capaz, doy la discusión por zanjada. Me voy acomodando mientras él emprende un monólogo, ahora en tono reivindicativo, defendiendo sus derechos, de pie, en el pasillo del vagón, como uno de esos artistas del metro que hacen su pequeño show antes de pasar la gorra pidiendo la voluntad. Es tan habitual esta respuesta iracunda y desproporcionada cuando se te ocurre llamarle a alguien la atención que lo que me pregunto es cómo tengo el valor de meterme en estos líos. Sospecho que estoy dotada de un imbatible espíritu optimista que me lleva a pensar que habrá un día en que una persona a la que se le pide, por favor, un poco de educación, reaccione de buenas maneras, se avergüence y diga, lo siento, disculpe. No me gustaría marcharme de este mundo sin vivir esa experiencia.

De momento, a joderse, señoras y señores, a pagar un billete de AVE, que dicen que es deficitario, para pasarse tres horas sin poder echar una cabezada por las alarmas y músicas de los móviles, por sus dueños pregonando a gritos asuntos personales y, algo todavía más irritante, presenciando ese respeto reverencial que se le tiene en España a aquel que hace ruido o ese miedo a llamar la atención a quien molesta. Esto último no me extraña, porque en mitad del viaje, el tipo me busca entre los asientos, se coloca de pie a mi lado y se está un rato hablando. No mucho, lo suficiente para que me quede claro quién manda en aquel espacio cerrado. Y sí, desde luego, él es el jefe de la manada: el más fuerte, el más agresivo, el más chulo y, además, yo no cuento con nadie que me apoye.

Visto el panorama, estoy pensando en hacerme usuaria del BlaBlaCar. Al menos, en la página de Internet te dan una idea de cómo será tu compañero de viaje. Y si te sale rana, escribes una mala crítica para disuadir a otros. O bien tendré que aceptar que mi lugar está en el vagón de silencio, lo cual me subleva, porque es como admitir que soy yo la que debo viajar en el vagón de los raros.

viernes, 10 de junio de 2016

Russafa és el meu barri

Lluc Avellan

Encara no havia complert els 18 anys d’edat quan vaig arribar a Russafa. Era el meu últim any d’institut i sabia que el curs vinent m’esperava una nova vida. Començaria a estudiar una carrera universitària i m’instal·laria en la ciutat durant els pròxims cinc anys. Russafa seria el meu barri.

L’any 1998 Russafa no deixava de ser un bonic barri de l’Eixample, només que amb un inconfusible aire decadent. Feia l’aspecte que els qui decideixen sobre quins barris s’han de degradar i quins han de lluir un bon aspecte, s’hagueren posat d’acord en deixar perdre una part del barri. Aleshores els edificis estaven per pintar i el gris dominava les façanes; els negocis de venda al per major, instal·lats als baixos comercials, inundaven els contenidors de fem amb enormes caixes de cartró; hi havia un anar i vindre constant de furgonetes de càrrega i descàrrega; la immigració s’havia vist atreta pel barri fins al punt que sobretot la comunitat magrebina havia pres determinades cantonades com un espai de convivència.


Russafa era considerat, a ulls de la immensa majoria d’habitants de la ciutat, un barri d’acollida immigrant. Això mai va ser un problema per als qui vivíem allà, per al nostre dia a dia. Que m’oferiren haixix cada vegada que em dirigia a casa, no era un fet que traumatitzara la meua joventut. Perquè més enllà del “trapicheo” de droga blana, no existia cap més conflicte per a una ment benestant. Potser sí que es trobava a faltar la desídia en què es tractava el barri des de la màxima institució local. La falta de zones verdes o d’una escola pública sí que era motiu de queixa per part del veïnat.

Passaren els cinc anys d’estudis universitaris i la vida em va portar a diferents latituds. Ara bé, mai vaig perdre contacte amb el barri. Cada vegada que anava a València, em quedava a dormir a Russafa, amb la qual cosa assistia bocabadat als canvis que experimentaven els quatre carrers de referència en què m’havia criat a la ciutat. A cada nova visita, em sobrevenia la sorpresa.
 
Hi havia una desaparició progressiva dels baixos comercials dedicats a la venda al per major. Aquests baixos estaven sent substituïts en molts casos per negocis d’hostaleria. Els bars i els restaurants s’havien convertit en el nou ingredient amb el qual agitar la vida –nocturna- del barri. Era també un reclam per a joves dissenyadors i artistes en general, cansats de veure com el turisme s’apoderava del centre històric de la ciutat.

Ara per ara, Russafa està en el punt de mira de tot aquell que respire modernitat, ni que siga en forma de fals “postureo”. El barri ha canviat, i molt, en l’última dècada. És un lloc on tot el món li fa gràcia viure. Està de moda, per dir-ho clar i ras. Però corre el perill que, com li ha passat al Carme, es despersonalitze, que s’ofegue d’èxit.

Un barri ha d’estar dotat d’espais de convivència totes les hores del dia. No només quan cau la nit. La gent gran, amb denominació d’origen de Russafa, no baixa a fer-se canyes a les terrasses. Necessita els seus espais de quotidianitat. Quan desapareix un antic comerç i és substituït per un bar amb horaris més bé nocturns, es perd un part de la vida real del barri.

Més de 15 anys després del meu desembarcament a la ciutat, me n’adone que Russafa sempre ha tingut personalitat pròpia i que, com la vida mateixa, ha anat fluctuant sobre la seua trajectòria. Potser ara és moment, abans que la bola es faça massa gran, de reflexionar quin model de barri volem els veïns. Tant els qui acaben d’arribar com els qui estan de tota la vida, hem de reivindicar que no tot es mou per modes passatgeres. Estimem Russafa perquè és el nostre barri.

Article publicat el 8 de juny de 2014
 http://llucavellan.blogspot.com.es/

jueves, 9 de junio de 2016

És la salut...! carta oberta i desesperada a Ribó

S.O.S del veïnat del carrer Bon Ordre a l'ajuntament de València. Tot un exemple de la impunitat dels abusos i les males pràctiques.


Carlos Aparisi Lilao 

Levante EMV
València 9 juny de 2015

Som una comunitat de veïns del carrer Bon Ordre, un carrer pròxim a la nomenada zona de Joan Llorens, que té la desgràcia de patir les conseqüències de l'activitat descontrolada del pub que tenim en el baix de les nostres cases. Hem realitzat moltes queixes i denúncies per escrit sobre el soroll i les vibracions que invadeixen les nostres cases, sobre la brutícia que s'acumula al carrer cada nit i sobre els desperfectes en cotxes i mobiliari; cada cap de setmana, les crides d'auxili a la policia local per les molèsties o l'activitat a deshores del pub són l'únic recurs front a les moltes nits sense poder dormir. Fins i tot la Policia Local amb les seues denúncies per infracció d'horaris o manipulació dels limitadors de so confirma la gravetat de les nostres queixes i patiments. Davant la falta de resposta per part de l'Ajuntament ens hem posat en contacte amb la Regidora de Seguretat Sandra Gómez i també amb el Regidor d'Activitats Carlos Galiana reclamant respostes a les nostres denúncies i a les de la mateixa Policia Local. 



Per a sorpresa nostra, ens hem trobat amb un mur de lamentacions burocràtiques i unes ingènues propostes de «taules de mediació» que banalitzen el greu problema de salut pública que és la contaminació acústica de l'oci. És trist haver de denunciar públicament que, a estes altures, ja no sabem qui és més responsable dels nostres mals, si l'activitat d'un pub fóra de control o la inactivitat d'un ajuntament paralitzat. Però paralitzat només per a cuidar de les persones, perquè des de fa uns dies contemplem estupefactes l'aparició d'unes marques del sòl on pressuposem que es posarà un pub-terrassa autoritzat per Vostè, Sr. Alcalde. Volem dir-li ben alt i clar, que ni el nostre és un suposat «conflicte entre particulars», ni l'Ajuntament és un Poncio Pilatos que puga desentendre's d'aplicar les Ordenances sobre el soroll. No ens podem creure que l'Ajuntament de València no puga donar empar a unes famílies que tenen el seu dret constitucional a la intimitat i a la inviolabilitat del propi domicili suspès els caps de setmana, no ens podem creure que no puga protegir el nostre dret al descans i a la salut front a una activitat comercial demostradament abusiva i contaminant. No ens ho podem creure perquè és inadmissible.



Exigim el compliment de les ordenances sobre contaminació acústica i protecció a la salut pública. O és que també, amb vostès, hauran de ser els jutges qui recorden a l'Ajuntament que ha de prevaldre el dret a la salut dels seus veïns? Exigim saber, i per escrit, perquè no s'atenen nostres denúncies i se suspèn cautelarment el funcionament d'un local demostradament gamberro. I si esta pública denúncia dels nostres patiments tampoc serveix per a posar remei, ens haurem de preguntar en què ha canviat l'Ajuntament.

miércoles, 8 de junio de 2016

El ruido que silencia nuestros derechos


Consideramos de gran interés la lectura de este artículo para entender la Plataforma Cívica creada para proteger los derechos vulnerados por la contaminación acústica en la ciudad de Valencia.

El ruido que silencia nuestros derechos
Lluís Gallardo

Últimamente, y sobre todo en época veraniega, se pueden leer en las secciones de 'Cartas del Lector' y 'al Director' de la prensa las preocupadas manifestaciones de personas que comprueban cómo desafortunadamente deben soportar injustamente el ruido ajeno. La queja está motivada por la desagradable sensación de malestar que provoca no gozar de tranquilidad y descanso en la propia vivienda y tiene la finalidad de exponerlo públicamente, esperando la solución del verdadero problema que representa la contaminación acústica. En estos escritos siempre subyace la paulatina toma de conciencia ciudadana frente a las molestias y perjuicios que ocasiona el ruido - entendido por la OMS como todo sonido no deseado - a la salud y a la integridad jurídica: el conjunto de derechos que han de protegernos frente a agresiones externas.

En lo fundamental, las problemáticas que se exponen surgen de una colisión de derechos: el de ocio y diversión, junto al de libertad de empresa y trabajo, por una parte, y, por otra, los derechos al descanso (universal según la Declaración de 1948), a la salud y los fundamentales a la intimidad y a la inviolabilidad del domicilio (artículo 18 de la Constitución Española y 8º del Convenio de Roma de 1950). El ejemplo es siempre recurrente: la típica terraza de verano, gestionada por un eficiente e imparable empresario, no sin la unción y beneplácito de la Administración correspondiente, que llena el tiempo libre de sus usuarios y consumidores y también llena de ruido - generalmente nocturno - las viviendas colindantes y naturalmente a los que tenga encima del negocio. La solución, tan esperada por los preocupados lectores y tan deseada por todos, pasa por hacer compatibles ambos grupos de derechos (la diversión y el descanso). Al menos esto es lo que se deduce del conjunto de políticas públicas que llevan a término los diversos organismos competentes en la materia y de lo que sus responsables explicitan en los medios de comunicación o en las justificaciones que en general dan al desarrollo de tales políticas. La falacia que comporta esta pretendida compatibilidad merece ser contestada desde otro punto de vista: el de los afectados por el ruido, ya que, curiosamente, los que lo ocasionan o promueven no están sometidos al mismo y..., por algún motivo, tampoco están concienciados.

Desde la Associació Catalana Contra la Contaminació Acústica (ACCCA) y la Plataforma Cívica Contra el Soroll Nocturn defendemos otra posición: entre dos derechos (el del ocio y el de la tranquilidad) que, por la manera en que se conciben y ejercitan se hacen tan antagónicos entre sí, no puede haber compatibilidad alguna. Con una diversión y ocio bullicioso, chillón, estridente, sin respetar a nadie más o, entendiendo el lucro empresarial como único y cuando no como el principal, no se observa coexistencia sino unicidad. La compatibilidad, pues, debería hacerse pasar primordialmente por una reformulación social de qué sea el ocio, la diversión y determinadas formas de trabajo.

Así las cosas, no puede haber, como decíamos, coexistencia compatible. Lo que se constata, y así lo comprobamos en ACCCA desde su fundación, es un desequilibrio entre los dos platos de una balanza: cuando baja - por peso e imposición - el de la diversión de unos, sube - por debilidad y evaporación - el del descanso del resto. Es decir, cuando unos hacen lo que quieren (porque así es su "libertad"), los otros, precisamente, han de dejar de hacer lo que desean o necesitan. En esta situación no puede haber ni compatibilidad ni equilibrio sino ejercicio por unos y renuncia obligada por los otros.

La solución, de momento, debería de ser la respuesta a la valoración de cuál de ambos derechos es más importante: el ocio y la libertad de empresa o la intimidad y el descanso. La balanza, en estos términos, continúa decantándose igualmente hacia uno de los dos platillos pero sin vencer el peso del otro: la protección de la intimidad y el descanso, que no quieren decir otra cosa que hacer en casa de cada uno y de cada una lo que se desee o necesite y no tener que soportar ilegítimas imposiciones, injustas coacciones y expropiaciones gratuitas de derechos fundamentales dentro de nuestros domicilios. Si esto mismo debe significar el sacrificio y renuncia a determinados aspectos de la diversión y del lucro mercantil como, por ejemplo, la limitación horaria en periodo nocturno, la restricción en el otorgamiento de licencias, la prohibición de modificaciones de locales, de traspasos, etc., sean bienvenidos porque demostrarán que la aproximación a una posición de anhelado equilibrio es posible y que la completa derogación - borrado - de unos derechos fundamentales, básicos para identificar una sociedad democrática, en beneficio de otros es una manera absolutista de entender una aspecto tan relativo de la libertad como es el gozar del ocio y del tiempo libre.

Lluís Gallardo
Abogado de l'Associació Catalana Contra la Contaminació Acústica (ACCCA)
Nota: Este documento es, con algunos pequeños cambios, traducción del artículo que, con el título "El soroll que calla els drets", apareció publicado en el "Mundo de Cataluña" el 2 de septiembre de 2000

Vivir sin dormir


Levante EMV
Valencia 4 agosto de 2015

Raúl Compés 

Para muchos valencianos, el título de este artículo evocará noches hedónicas de copas, música y algún exceso al lado del mar, o una marca de vino. Para otros, entre los que me encuentro, “vivir sin dormir” es la expresión que mejor se ajusta a muchas noches sin descansar por culpa del ruido y el vandalismo reinante en los puntos calientes de la ciudad, entre ellos mi barrio. En verano la situación se torna insoportable, por la necesidad de abrir las ventanas para aliviar el bochorno nocturno. “Queremos dormir” es la expresión que se puede leer todavía en una sábana colgada desde hace meses de un balcón en la Plaza del Cedro, fruto de la desesperación e impotencia de algún vecino...

Pancartas de vecinos en un barrio de Valencia
El anterior gobierno municipal fue incapaz de evitar, durante años, que lugares públicos como la citada plaza se convirtieran en uno de los epicentros del degradante botellón. Básicamente se limitó a actuar sobre las consecuencias, encomendando a las brigadas de limpieza la tarea de hacer desaparecer de las calles las huellas de la barbarie nocturna. Hace algunos meses, quizá asustados por la magnitud que había alcanzado el problema y por el malestar vecinal, comenzó a enviar coches patrullas de la Policía Local a primeras horas de la noche para evitar la concentración de bebedores en la plaza y, pocas semanas antes de las elecciones, tomó la medida de cerrar la plaza por la noche, rodeando la zona ajardinada con una sólida verja metálica. Lo que ha ocurrido después es que el problema se ha desplazado. Las manadas se han dispersado por los aledaños y han encontrado en los bancos de los jardines próximos nuevos acomodos desde donde seguir bebiendo, gritando, peleando y dañando el medio.
Hay varias formas de destruir y saquear lo público. La primera, apropiándoselo, como se ha hecho durante tanto tiempo en tantos lugares de la maltratada geografía española; la segunda, degradándolo a sabiendas, para justificar después su privatización; y, la tercera, dejando que una combinación de incivismo, permisividad e impunidad arrase con cualquier rastro de urbanidad. Por eso al final hay que poner vallas para proteger los espacios públicos de la destrucción. Se trata de un fracaso colectivo que da una medida del déficit de cultura y educación de una sociedad.
El silencio y el descanso son dos de los bienes públicos más importantes. Por eso, una de las modalidades de tortura más refinada que aún se practica consiste en dejar a los prisioneros sin dormir. Pues bien, aquí y ahora, casi todas las noches de los fines de semana hay vecinos que sufren esta modalidad de tortura, sin que aparentemente a nadie con responsabilidades políticas parezca preocuparle demasiado. Esperemos que el recientemente elegido Ayuntamiento de Valencia entienda que descansar es un bien que está en la base de la pirámide de derechos de un ciudadano y sepa cuidarlo. Son muchas las cosas que esta maltratada ciudad necesita, pero una de las más importantes es poder dormir.

lunes, 6 de junio de 2016

Por una Russafa para los vecinos


Levante EMV
Valencia 3 de junio 2016
 
El malestar del vecindario por el devenir de Russafa viene de lejos. Pasó de ser un barrio singular, con pocas zonas peatonales, pero eso sí, tranquilo y con un tejido de comercio de proximidad bien asentado, a ser un barrio «reurbanizado» con zonas peatonales y sobre todo muchas terrazas que lo han convertido en la zona de moda. Se anunció desde las instituciones que el objetivo de la remodelación era mejorar la calidad de vida aumentando el espacio peatonal para conseguir un barrio más amable reduciendo el ruido y la contaminación. Se ha conseguido lo contrario. El anterior consistorio estableció como medidas preventivas a la saturación hostelera del barrio la limitación en la apertura de nuevos establecimientos hosteleros con la Modificación del Plan Especial de protección de Ruzafa Sur-Gran Vía que entró en vigor en diciembre de 2014. Con la normativa se perseguía «un esponjamiento de los locales de tal manera que existan unos máximos a partir de los cuales no se puedan implantar más locales del mismo tipo en el ratio señalado al efecto y respetando las distancias mínimas entre locales». La modificación del plan de protección debía tener un carácter preventivo para evitar la acumulación de este tipo de actividades. Cuando las cosas se hacen tarde y mal los resultados son opuestos a los esperados. Hecha la ley hecha la trampa. Los espabilados de siempre se apresuraron a hacer acopio sin límite de simples solicitudes de licencias antes de la aplicación de la norma, amparándose en la laxitud existente sobre el procedimiento de apertura de nuevos locales, la conocida «licencia express».
Campaña vecinal de pancartas en balcones del barrio
Así, numerosas solicitudes quedaron durmientes, en locales sin actividad pero «con licencia provisional» y se han ido sacando desde 2014 hasta la actualidad, de manera que no pasa día en que no veamos la aparición de un nuevo local en Russafa. Eso sí, cada uno de ellos con su derecho a terraza, aunque la autorización municipal de terraza se haya realizado después de la entrada en vigor de normativa de limitación de locales. El resultado es que hoy hay más locales que había antes de la aplicación del plan de protección. Si en el 2014 había 277 bares/cafeterias/restaurantes, 17 Disco-pubs y 3 discotecas, a día de hoy, y aunque no disponemos de datos oficiales, en Russafa debe haberse rebasado la cifra de 350 y las terrazas ya superan las 225. Y eso sin contar con los llamados apartamentos turísticos que están proliferando como setas por el barrio.Ante esta situación, ¿qué actitud debe esperarse de los vecinos de Russafa que ven cómo su barrio pierde su identidad para convertirse un macro-local de juerga nocturna? Alguna vez escuché decir al actual alcalde de Valencia que le gustaría que nuestra ciudad se pareciese a Viena. 
¿Realmente cree Joan Ribó que la Russafa de hoy se parece a un barrio de Viena? A ciertas horas de la noche algunas calles del barrio más bien se parecen a Magaluf en Palma de Mallorca. La reurbanización y peatonalización no puede ir sistemáticamente acompañada de su ocupación masiva por terrazas de bares y restaurantes. Algunos vecinos han empezado a organizarse en torno al colectivo «Russafa descansa» con el objetivo de proteger los derechos ciudadanos más básicos entre ellos el derecho al descanso. Y eso pasa por reclamar aquel barrio que se nos prometió un día y que nunca llegó a materializarse. Un barrio donde vivir, con diversidad comercial en torno a su mercado, con hostelería pero no solo hostelería, y menos aún, solo con hostelería nocturna, que expulsa no solo vecinos sino cualquier otro tipo de modalidad comercial del barrio. En Russafa vive gente que opta por «otros estilos de vida». Se está jugando con el entorno de nuestros hijos e hijas, de nuestras personas mayores y de todos nosotros.
Asamblea vecinal Russafa Descansa
¿De qué sirve la lucha vecinal por la recuperación de espacios públicos y la dotación de equipamientos como la escuela de Puerto Rico si las familias acaban por dejar el barrio? Desde Russafa descansa pedimos una apuesta clara por parte de las instituciones para llevar a cabo un plan de choque contra la «festivización» continuada, que implique la limitación en las autorizaciones de terrazas, el cumplimiento estricto de la normativa vigente sobre limitación en la apertura de locales de hostelería y un mayor control.