Miércoles, 17 de agosto de 2016
Matías Vallés
Cuántas veces ha respondido usted ya
al portero automático, porque el cliente de Airbnb del vecino se ha
equivocado de piso turístico. Cuántas noches se ha pasado en vela,
porque los turistas ejemplares de que presume Airbnb han montado una
bacanal en otro piso del vecindario. Cuántas veces ha visto invadido
el aparcamiento, que usted paga religiosamente, por el coche de un
turista de Airbnb al que le aseguraron que esa plaza le correspondía
con su contrato de alquiler. Cuántas veces se ha encontrado con el
ascensor sucio, y podríamos seguir infinitamente. La famosa economía
colaborativa consiste en que usted contribuye gratuitamente a que se
forren el propietario de una casa ilegal y el coloso Airbnb. Sin
embargo, no hemos llegado aquí para quejarnos, sino para plantear
soluciones.
La policía no ha atendido a una sola
de sus llamadas de protesta. Denunciar a los sucesivos inquilinos
constituye una entelequia, por la fugacidad de su permanencia en el
entorno que degradan. Hay que actuar contra la matriz del invento.
Parece mentira que ningún bufete de abogados de campanillas haya
reparado en el negocio de las reclamaciones de indemnizaciones a
Airbnb, ahora que sus minutas han adelgazado porque existe la misma
corrupción de antes pero no se persigue como antes.
En su actual formato, el turismo ilegal
solo enriquece a Airbnb y a los propietarios de los pisos no
registrados, que son cuatro de cada cinco de los anunciados y que el
gigante estadounidense finge que no puede controlar. Usted ejerce el
papel de víctima, como los pobres suscriptores de preferentes. La
unión de damnificados hace la demanda. Para salvarse, tiene que
igualar el ruido de los primates que le han colocado en el piso de al
lado. Hay que ensayar la vía de los tribunales. No por restablecer
la justicia, sino por asegurarse un reparo más apropiado de los
ingresos que garantiza la economía colaborativa. La táctica
funcionará porque, estadísticamente, los jueces también están
acosados por los gamberros turísticos.
Artículo de opinión publicado el 17/08/2016 en el Levante-emv